Nota previa: redacté este artículo en abril de 2018, tras una conferencia que, con el mismo título, dí en la Asociación de Estudios Espíritas de Madrid y lo he mantenido hasta ahora inédito. Finalmente he optado por publicarlo en mi blog porque me insisten compañeros espíritas que debe divulgarse para bien de todos. Consejo que he seguido.
Tres comunicaciones
mediúmnicas: Bonum, Pulchrum et Verum
por Víctor
M. Fernández [i]
Quisiera sintetizar en este
artículo tres comunicaciones recibidas de tres espíritus de conocimiento con
los que trabajé como adoctrinador. Estos compañeros expusieron tres temas
aparentemente abstractos pero que, sin embargo, enlazan con un problema
filosófico que, desde la época de los antiguos griegos hasta la edad moderna,
dio lugar a profundas reflexiones, especialmente con Tomás de Aquino. Se trata de los denominados “trascendentales del
ser”: el Bien, la Belleza y la Verdad y que ahora, en nuestro siglo XXI se nos
pide que no nos olvidemos de ellos por la importante ayuda que en nuestro
progreso espiritual pueden suponer.
En el centro del fresco conocido
como “la escuela de Atenas”, pintado por Rafael
Sanzio entre 1510 y 1512 y que puede admirarse en los Museos Vaticanos,
podemos ver a Platón, con barba
blanca, sosteniendo su obra “Timeo”,
en animada conversación con Aristóteles,
a su lado, con barba castaña, sosteniendo su libro “Ética a Nicómaco”. Platón tiene un dedo apuntando al cielo
simbolizando su pensamiento de corte idealista; Aristóteles, por el contrario,
señala a la tierra exponiendo así su filosofía de tipo realista y práctica.
Este tándem, en equipo, resulta muy familiar para los espíritas pues en
nuestros trabajos, y en nuestra vida en general, debemos tener una conexión con
el mundo espiritual, sus intuiciones y manifestaciones, sin olvidar que
“vivimos en el mundo”, lugar donde en la presente reencarnación al menos, se
nos pide que trabajemos y progresemos.
Ya en la introducción del “Libro
de los Espíritus”, se le dice a Alan
Kardec que ilustre el libro con el dibujo de una cepa con uvas que los
propios mentores han dibujado exponiendo su significado simbólico: el licor es
el espíritu, la uva representa la unidad de cuerpo y espíritu y todo ello como
consecuencia del trabajo del viñador; trabajo que nunca ha de faltar.
1.
El bien, la bondad, lo bueno.
(Bonum[ii]).
El concepto del Bien era, para Platón, la idea suprema de su Teoría de
las Formas y nos lo presenta como el objeto más adecuado para el alma y causa
de la realidad, perfección y verdad de las cosas. Por eso, quizá, el
conocimiento del Bien y del Mal ha supuesto siempre una honda preocupación para
el ser humano, necesitado de contar con una referencia moral en la toma de sus
decisiones cotidianas. Todas las legislaciones humanas, empezando en la antigua
Mesopotamia con recopilaciones como el Código
de Hammurabi (1750 aC) o la redacción de las normas de La Torá, muestran ese esfuerzo. Pero las normas humanas han podido,
a lo sumo, ser justas, no necesariamente buenas y, por regla general, se
basaban en la “Ley del Talión” –ojo por ojo y diente por diente-.
Debieron llegar los Maestros
Espirituales para perfeccionar la Ley y capaz de ayudar al ser humano a elevar
su patrón vibracional. El maestro Jesús
expuso una forma de vida con un canon muy elevado para su época, y aún para la
nuestra, con preceptos como el amor al enemigo, el perdonar setenta veces
siete, o acompañar dos millas a quien nos pide que le acompañemos una[iii].
Y con todo, Jesús jamás admitió para sí el calificativo de “bueno” y así,
cuando el joven rico se acercó, su respuesta fue tajante: “¿por qué me llamas
maestro bueno? nadie es bueno sino Dios” en un intento, quizá, de recordarnos
que el orgullo de creernos mejores que los demás no conduce al progreso
espiritual.
Al conocimiento del Bien podemos
llegar por la razón pero, sobre todo, por medio de la intuición, facultad
interna que los Espíritus superiores no se cansarán en pedirnos que trabajemos
por desarrollarla. Así, en el Libro de los Espíritus leemos que la intuición
siempre existe pero la descuidamos. La intuición puede también inducir al bien
y, en ocasiones, lo hace con más seguridad que la razón. No se extravía jamás[iv].
Ante
los grandes problemas actuales del mundo, el ser humano corre el riesgo de
sentirse impotente y desanimarse. Y los espíritas, que vivimos en medio del
mundo, nos sentimos interpelados ante la falta de un progreso planetario. Sin
embargo, los espíritus superiores nos animan a no olvidar que el trabajo
siempre es personal y que el Bien es difusivo. En la mesa mediúmnica, con
frecuencia, nos exponen un símil: igual que la piedra lanzada a un estanque
provoca una onda y ésta otra y así sucesivamente, el Bien se difunde. De ahí
nuestra responsabilidad de ser en nuestro entorno amables, diligentes,
disponibles y afectuosos. Esas pequeñas cosas se transmiten, como las ondas, y
podrán llegar hasta los rincones más insospechados.
2.
La Belleza. Lo Bello. (Pulchrum)
Decía Aristóteles[v]
que bello es aquello que es valioso por sí mismo y que es agradable a los
sentidos. Sin embargo, frente al esteticismo que ha predominado en casi todos
los órdenes artísticos a lo largo de la historia (me refiero a la búsqueda de “el
arte por el arte”) no se puede negar que la belleza tiene cierto contenido
espiritual. Así lo atestiguan las pinturas rupestres del hombre prehistórico
que, dada su difícil acceso y unido a otros indicios como enterramientos, que
prueban un cierto culto a los muertos, ha llevado a los investigadores a hablar
de “santuarios rupestres”. Ciertas pinturas, sinfonías, poesías u obras
arquitectónicas, nos provocan una emoción humana que nos llega a lo más hondo
del ser, a nuestra parte espiritual.
En cierta ocasión se presentó en
la mesa mediúmnica un espíritu del tipo “frívolo”[vi]
según la clasificación del Libro de los Espíritus de Alan Kardec. En vida había sido una “señorita bien” sólo preocupada
en lucir bonitos vestidos, acudir a fiestas sociales, tener completo su carnet
de baile y tocar el piano para que los demás admiraran su técnica y blancas
manos. Este espíritu, fiel aún a un culto a sí mismo, sufría de soledad al
sentirse atrapado en un risco espacio-temporal, ya que su egoísmo no le
permitía mirar más allá. Además no admitía la idea de Dios, ni de bondad, ni de
verdad, por lo que mi tarea como adoctrinador era difícil. Pues bien, por no sé
bien qué tipo de intuición se me ocurrió aconsejarle que utilizara sus dotes
pianísticas para hacer más amena la estancia de otros espíritus necesitados en
ese sitio oscuro y triste. Pues bien, ese ayudar a los demás por medio del arte
lo comprendió a la primera y así el caso se pudo resolver. A partir de ahí,
pudo entender la dimensión espiritual de la belleza y del bien y la necesaria
reflexión y arrepentimiento para progresar, pudiendo despedirse feliz y
dispuesta a mejorar.
El artista, cuando es un artista
sincero, es capaz de transmitirnos algo de la belleza de los mundos
espirituales superiores. Sabemos que vivimos en un planeta de expiación y
pruebas que nos sirve para trabajar pero, aun así, tenemos el regalo de ciertos
chispazos de la belleza infinita de otros mundos que acompañan nuestro camino.
Una canción, una poesía, una novela, una obra de teatro, una escultura son
reflejos que, con nuestros medios materiales, quizá representen una belleza más
elevada. ¿Quizá a eso se refería Pablo
de Tarso cuando describía los mundos espirituales diciendo que “ni ojo vio ni oído escuchó lo que Dios tiene
preparado para aquéllos que le aman”?[vii]
3.
La
Verdad (Verum)
¿Qué es la Verdad? le preguntó en
un tono escéptico Pilatos a Jesús en el juicio[viii].
Y el maestro, que había hablado a tantas gentes y explicado su doctrina con
paciencia y afecto, no dijo nada. ¿Qué podía decir a quien no quiere oír? ¿Qué
es la verdad?
Tres siglos y medio antes, Aristóteles dio una de las definiciones
de verdad más simples y sin embargo precisas de la verdad, que asumiría Tomás de Aquino: adaequatio rei et
intelectus. Verdad es la adecuación del intelecto a la realidad. Esto supone
que “la verdad está ahí fuera” como con frecuencia nos repetían en la famosa
serie de TV “los Expedientes X”. La verdad está ahí fuera y hay que buscarla
pero, sobre todo, no somos nosotros quienes creamos la verdad, afirmación con
la que no tememos oponernos a la endemoniada afirmación que hizo Goebels,
ministro de propaganda nazi del III Reich quien afirmó que “una mentira
repetida suficientes veces se convierte en verdad”.
Los espíritus superiores nos han
transmitido su preocupación por la situación de la verdad en el mundo actual:
mienten los políticos, mienten las corporaciones, mienten los medios de
comunicaciones, se miente y se colabora en la propagación de la mentira cuando
cooperamos con ellas en las redes sociales, sin confrontar la veracidad de
ciertas noticias…. mentimos nosotros cuando utilizamos “mentirijillas sociales”
en nuestra vida cotidiana. Y todo ello provoca una caída del nivel vibracional
del Planeta a unos niveles muy bajos.
Por eso, los espíritus nos
aconsejan: si alguien se está formando como médium y ve que no avanza, que se
cuestiones como está su vida en relación con la verdad. Cuando la vibración es
muy baja, muy pesada, tosca, es imposible que esa persona sea un buen médium
apto para recibir la incorporación de espíritus superiores. Pero no sólo los
médiums. Todo ser humano debería trabajar la sinceridad para evolucionar
espiritualmente. El aviso es muy serio.
Conclusiones
La bondad, la belleza y la verdad
son conceptos universales y se dan con independencia de razas, culturas,
nacionalidades, sistemas planetarios[ix],
religiones o ideologías. Los planetas más evolucionados y los mundos
espirituales están inmersos en su estudio porque son tres caminos que nos
conducen a una mejor comprensión de Dios, a quien se nos pide imitar, incluso a
la perfección[x].
Gracias a Aristóteles los conceptos de Bien, Belleza y Verdad tienen un nombre
común: “los trascendentales del ser” y, ontológicamente, son convertibles[xi]:
donde hay verdad, hay belleza y hay también bondad. Y, sin duda, hay amor, pues
el Ser que es Uno, la causa primera[xii],
motor inmóvil, que tiene todas las perfecciones, ese Ser al que llamamos Dios,
es Amor por encima de todo.
[i] Víctor M.
Fernández es economista, profesor universitario en una Escuela de Negocios, divulgador espírita y trabajador en la mesa mediúmnica
de la Asociación de Estudios Espíritas, de cuya Junta Directiva es vocal.
[ii] En
homenaje a Tomás de Aquino y, por extensión, a todos los filósofos desde la
antigüedad, he optado por mantener los términos en latín de “los
Trascendentales”. Bonum para el Bien, Pulchrum para la Belleza y Verum para la
Verdad.
[iii] Cfr Mt 5, 43-47;
Lc 6, 27-28; Mt 18, 22; Mt 5, 41
[iv] Cfr. Pregunta
75, Alan Kardec, el Libro de los Espíritus.
[v] Se dice que
Aristóteles dedicó un libro a la Belleza pero, por desgracia, se ha perdido.
Sin embargo, tenemos referencias suyas a este tema en otros libros, como la
Retórica.
[vi] Cfr. Punto 103,
Alan Kardec, el Libro de los Espíritus.
[vii] Cfr. I Cor. 2, 9
[viii] Jn 18, 38
[ix] Sobre la
pluralidad de mundos habitantes véase el capítulo con idéntico título del Libro
de los Espíritus de Alan Kardec.
[x] “Sed perfectos como mi Padre Celestial es
perfecto” diría el maestro Jesús. Cfr. Mt. 4, 48
[xi] Por eso diría
Tomás de Aquino: Ens, bonum, pulchrum et
verum convertuntur. El Ser, que es el Uno, la Belleza, la Bondad y la
Verdad se convierten entre sí; se intercambian y, en el extremo, son lo mismo.
[xii] Y así, en el
Libro de los Espíritus, de Alan Kardec, se pregunta en el punto primero: ¿Qué
es Dios? Respondiéndosenos: Dios es la inteligencia suprema, causa primera de
todas las cosas.